Me gusta tejer, coser, dibujar, bordar, pintar... pero sobre todo me gusta enseñar. Disfruto enseñando, no puedo negarlo, sobre todo cuando "juego con ventaja", es decir, cuando mi alumna me pide más, no se cansa con nada, disfruta con lo que aprende y aprende rápido. Porque a fin de cuentas qué hay mejor que aprender lo que nos gusta???
Mi vocación frustrada no es ser profesora ni dar clases en un colegio porque, salvo escasas excepciones, creo que me sentiría más frustrada ciñéndome a un sistema educativo que no me convence y que creo que limita la creatividad, la libertad de aprendizaje (ya no digamos de enseñanza) y el disfrutar con lo que se aprende. Un sistema que, cada vez más, busca la competitividad como único objetivo, descartando y eliminando a quien no sea capaz de seguir el ritmo que marca, olvidándose de otras cosas más importantes y sobre todo un sistema que pretende que el alumno se adapte a él en lugar de buscar qué necesita y cómo ayudarle a conseguirlo.
Quizá por eso disfrute también enseñando "esas cosas que no sirven para nada", esas cosas que la mayoría ve como un mero entretenimiento y que hay que limitar a momentos concretos que no interrumpan a lo "verdaderamente importante". Supongo que simplemente es porque creo que también se aprende mucho viendo que algo lo podemos conseguir por nosotros mismos, que podemos superarnos a nosotros mismos, que podemos cultivar la paciencia, desarrollar la creatividad y sentirnos orgullosos de nuestro trabajo.
Así que el verano se convierte en ese momento relajado y hecho para disfrutar que se debería extender al resto del año.
Aquí os enseñé nuestros inicios en esto de las labores de verano. Ahora, mis dos alumnas favoritas ya han terminado lo que habían empezado aquel día (debería enseñaros fotos...) y este año han cambiado el punto de cruz por el ganchillo. La mayor hará un amigurumi... labor a largo plazo porque para ser el primero ha insistido en hacerlo bien grande. Y la pequeña, en apenas tres fines de semana ha terminado dos cosas.
La primera es esta guirnalda. Ella ha hecho toda la parte de ganchillo, pero como dice el título, ha sido un trabajo en equipo porque yo le he puesto las letras con su nombre.
Todo en tonos morados y lilas con dos ovillos de algodón de 50 grs. cada uno. Sencillos triángulos hechos sobre la base de una cadeneta y con puntos bajos que se disminuyen al principio de cada vuelta. Cinco triángulos para poner todas las letras de su nombre, pero que se podrían haber adaptado al tamaño de una frase o de una sola palabra bonita: nube, lluvia, otoño, color... yo hubiera puesto cualquiera de estas... jeje.
Pensaba que iríamos justas de material para tejer toda la guirnalda, pero aún nos dio para algo más: un monedero de cierre de boquilla combinando los dos colores y una cinta de cuadros para hacerle un sencillo lazo que lo adornara. Hay mil tutoriales en la red e incluso vídeos que lo explican paso a paso y es una labor de las más fáciles para hacer a ganchillo, yo hasta la recomendaría para hacer con niños porque es muy entretenido, de hecho mi alumna sólo tiene 9 años y se ha desenvuelto bastante bien con ella.
Y mientras ella hacía estas dos cosas, yo andaba detrás de esto, también para ella: una cosa más para incluir en la gran lista de labores que hay en mis agujas... aunque esta está entre las primeras que quiero acabar para que pueda estrenarla el mes que viene como muy tarde, que aquí al verano ya no le queda nada.